martes, 21 de abril de 2020

Provincetown o la memoria de los veranos eternos

"Hace algunos años -no importa cuanto hace exactamente-, y teniendo poco o ningún dinero en el bolsillo, y nada en particular que me interesara en tierra, pensé que me iría a navegar un poco por ahí, para ver la parte acuática del mundo"

Con estas maravillosas líneas comienza Hermann Melville su libro Moby Dick, una de las grandes novelas de la literatura mundial. Y tu, intrépido lector, te preguntarás por qué las he escogido para comenzar esta entrada del blog (¡como si hiciera falta una excusa!).

Hace algunos años y tras leer un espléndido artículo en una revista de viajes, vino a mi cabeza la idea de conocer uno de los rincones más especiales de la costa de Massachusetts: el llamada Cape Cod o cabo del Bacalao, una península en forma de brazo doblado sobre el océano Atlántico, enfrente de la europea ciudad de Boston. A esta zona de veraneo, diversión e inspiración se la conoce como la bohemia americana, con visitantes tan ilustres como el clan Kennedy, el pintor Edward Hooper, el periodista Norman Mailer o el escritor Jack Kerouac. Este brazo de mar tiene varias ciudades que merece la pena visitar: Provincetown, de la que hablaré en profundidad en esta entrada, la isla de Martha´s Vineyard, refugio de políticos en época estival, o Nantucket, llena de banqueros y brokers de Wall Street. En esta isla de Nantucket es donde Melville situó el inicio de su Moby Dick y la isla desde la que partió el barco ballenero Pequod, con el capitán Ahab e Ismael a bordo.

 Cartel a la entrada de Provincetown (o Ptown) nada más bajar del ferry. 
 Una de las calles principales de esta coqueta ciudad marinera con el Monumento al Peregrino de fondo.
No suelo poner muchos mapas, pero éste ubica realmente bien la zona de la que escribo.

Desde Boston puedes llegar a Provincetown en un ferry en apenas hora y media, cruzando la inmensidad del océano Atlántico y con unas vistas maravillosas de la costa de Massachusetts. Al llegar todo es música, dunas interminables, alegría y vida en la calle en este elegante pueblo costero, rodeado de playas, faros y rollos de langosta de Maine. La mejor forma de pasar unos días en esta península es alquilar una casa en la playa y moverse sin zapatos y con una bicicleta por sus estrechas calles y sus eternos paseos de madera, descubriendo faros del siglo XIX y casas donde los escritores y pintores americanos buscaban la inspiración. 

 No era fácil encontrar estos faros: había que caminar muchos kilómetros por la arena.
 Aquí se servían los mejores sándwiches de langosta de Nueva Inglaterra. 
 No había un acceso a la playa que no mereciera una postal.
Esta bicicleta fue mi medio de transporte durante 4 días.

A esta ciudad de Provincetown llegó, en el lejano 1620, el barco Mayflower, procedente de Inglaterra cargado de los primeros colonos o peregrinos. A ellos se dedica este Monumento al Peregrino desde donde se contempla toda la costa. 

Toda la península del Cabo del Bacalao está repleta de dunas, con casas  y cabañas escondidas, muchas de ellas sin agua corriente ni electricidad, refugio de bohemios y artistas. Si estas dunas son inspiradoras, los siete faros que todavía quedan en pie son parada obligatoria en estos largos recorridos en bicicleta, especialmente el Race Point Light y el Highland Light.

 Faros y cabañas en una sola foto.
 Revisando la carpeta de ese verano tengo más de 200 fotos de faros (!)
En la planta baja de esta casa me relajé durante varios días de agosto.  
 Casi todos los restaurantes y locales tenían estos accesos impresionantes a las playas. 
Todas las casas de la ciudad estaban pintadas con colores vivos y motivos marinos.

Provincetown es un destino ideal para pasear por el día en busca de dunas y faros y disfrutar de su animada vida nocturna y exquisita gastronomía; todas las calles de la ciudad están siempre llenas de gente, de maletas de Gucci, de galerías de arte y de drag queens con tacones infinitos. Una visita recomendada para amantes del marisco, en especial langostas y cangrejos, aficionados al avistamiento de ballenas y mitómanos de la cultura progresista americana. 

Comer al lado del mar es "otro rollo".
 No me dio el presupuesto para velero, pero sí para una bicicleta. 
No había una casa fea o con colores aburridos.

Muchas gracias por leerme; llevo una racha de escribir bastantes entradas seguidas. A ver lo que me dura la inspiración. 

domingo, 19 de abril de 2020

"O Nebraska o nada"

En el año 49 A.C. cuando Julio César estaba a punto de cruzar el río Rubicón y comenzar una guerra civil en Roma contra Pompeyo, sus fieles legionarios dijeron esta frase para apoyar al futuro gran emperador: "O César o nada". Si me dieron a mí a elegir entre Nebraska o la nada no tendría muy clara mi respuesta.

En noviembre de 2017 tuve la gran idea de cruzar el Medio Oeste de Estados Unidos, una zona conocida como las Grandes Llanuras, para llegar al famoso monte Rushmore, en Dakota del Sur. Entre la ciudad donde vivo, Salt Lake City y este conocido monte (sí, el de las caras de los presidentes, pero de eso hablaré más adelante), a las afueras de Rapid City hay unos 1.000 kilómetros de distancia, cruzando el norte de Utah, todo el estado de Wyoming y el oeste de Dakota del Sur. La vuelta la hicimos por Nebraska y el norte de Colorado, con las plantas rodadoras como única compañía. Un sinfín de kilómetros de carreteras eternas sin apenas paradas interesantes por el camino.

De esto hablo: la nada más absoluta. 

Una de estas pocas paradas que merecieron la pena fue la Torre del Diablo o Devils Tower, en el salvaje estado de Wyoming, una formación volcánica bastante interesante. La leyenda de los lakota, una tribu local, dice que varios osos gigantes perseguían a unas chicas y éstas se refugiaron en lo alto de esta roca. Los osos intentaron subir y dejaron marcas de sus garras en los laterales de la roca. Yo no conocía esta historia, pero sí la relacionaba con la película de Spielberg "Encuentros en la tercera fase", que usa esta roca como punto de encuentro entre humanos y extraterrestres.

 ¿Veis las huellas dejadas por las garras de los osos? Pequeños no debían ser estos osos.
 Aquí una foto de la Torre del Diablo donde se pueden apreciar sus espectaculares dimensiones.
Y aquí el escenario usado por Spielberg en su película de extraterrestres. Misma roca pero con un platillo volante aterrizando en ella.

Una vez visitada esta roca seguimos nuestro camino hacia Rapid City sin ninguna parada interesante por el camino. El monte Rushmore era nuestro destino y la verdad es que su visita es bastante recomendada si vives cerca o por alguna razón del destino caes en Dakota del Sur. El monte Rushmore es un conjunto de esculturas talladas en la piedra de la propia montaña, con las caras de cuatro presidentes de Estados Unidos: George Washington, Thomas Jefferson, Theodore Roosvelt y Abraham Lincoln, simbolizando, por orden, el nacimiento, el crecimiento, la conservación y el desarrollo de Estados Unidos. Su construcción, que se extendió durante 14 años, fue supervisada por un escultor danés que murió poco antes de que la gran obra estuviera terminada. Cada uno de los bustos de los presidentes mide 18 metros de altura y uno de los toques maestros del arquitecto fue poner granito en los ojos de los cuatro presidentes para que destaquen con la luz del sol.

Foto con el cartel del parque: logro conseguido.
 Esto es lo más cerca que puedes estar del monte Rushmore.
 La verdad es que Washington es el que sale más favorecido del conjunto.
Una de las mejores cosas de esta viaje fue compartirlo con Marcos y Mariangeles.

Las caras de los presidentes del monte Rushmore están presente en la cultura popular de Estados Unidos en un gran número de películas y series. Hay que ser un poco friki para recordarlas.

 Cary Grant corre entre ellas en la película "Con la muerte de los talones".
 En "Superman II" el general Zod esculpe su cara en lugar de los presidentes.
En "Mars Attacks!" los ovnis ponen sus caras en el monte.
En Phineas y Ferb, la hermana mayor añade su cara en el monte.

Después de este momento de cultura popular toca volver a Salt Lake City y atravesar el desértico estado de Nebraska y el norte de Colorado. Como a la ida, apenas un par de paradas interesantes: una de ellas fue el sitio histórico de Fort Laramie, escenario de alguna película del Oeste y donde nos encontramos con varios bisontes que caminaban por la carretera con cara de pocos amigos. 

 Ésta es la cara de pocos amigos del bisonte. 
 El cartel y la planta rodadora gigante eran lo más interesante de este monumento a la nada. 
Sentado en una bota en la ciudad de Sioux Falls, en Dakota del Sur.

A grandes rasgos éste ha sido mi viaje por una de las zonas más despobladas de todo Estados Unidos, llena de granjas, de llanuras interminables y de perrillos de las praderas asomando sus cabezas en estos campos de heno. En apenas 5 días había añadido tres estados más a mi lista de estados visitados: Wyoming, Nebraska y Dakota del Sur. 

Muchas gracias a todos por pasaros y por dejar comentarios. 

sábado, 18 de abril de 2020

"En Estados Unidos hay tres ciudades: Nueva York, San Francisco y Nueva Orleáns. El resto es Cleveland"

No recuerdo donde he leído o escuchado esta frase pero me parece muy acertada para describir la realidad de este país tan diverso.

De esas tres ciudades me faltaba Nueva Orleans por conocer y hacía mucho tiempo que tenía ganas de visitarla. Nueva Orleans está situada en el estado de Luisiana, paradigma del sur de Estados Unidos: whisky de bourbon, música country y jazz, acento sureño, mansiones señoriales, Dolly Parton y comida criolla.

Nueva Orleans es, ante todo, una ciudad muy divertida, con música de fondo a todas horas, bailes callejeros y un olor a comida picante. Hay un vuelo directo desde Las Vegas a Nueva Orleans y en poco más de 4 horas habíamos pasado de la armonía de Utah, al desenfreno de Las Vegas y finalmente a la colorida y ruidosa Nueva Orleans.

 Calles cortadas y música de Jazz: NOLA.
 En cualquier esquina la música era la gran protagonista.
El pasado español de Nueva Orleans se reflejaba por toda la ciudad, con placas y nombres españoles (¡Lugo!)

Nueva Orleans combina su herencia francesa, su pasado español y su influencia caribeña de manera equilibrada, con el Barrio Francés como epicentro y la calle Bourbon como arteria principal (de hecho la palabra Bourbon viene de Borbón, ¿os suena a algo?). Nueva Orleans fue española durante 41 años y francesa durante 44 años, hasta que Napoleón se la vendió a Estados Unidos cuando la ciudad estaba dominada por los haitianos. Hoy en día tiene barrios en los que no es muy aconsejable adentrarse, un nivel alto de crímenes (de hecho hay un NCIS: New Orleans) y unas secuelas visibles del terrible huracán Katrina que asoló la ciudad en el año 2005.

Para tener una experiencia más completa de la ciudad decidimos alojarnos en una casa autóctona, alquilada por una pareja de ancianitos que se habían mudado a California escapando de los huracanes y de la comida cajún.

 Una casa sureña, encantadora y destartalada. 
 Vistas a un jardín caótico, con una humedad muy alta y plantas tropicales gigantes. 
 Una casa sureña toda para nosotros. En la esquina inferior derecha hay unas marcas blancas que indicaban el estado de la casas después del huracán Katrina. Cuando la ciudad se reconstruyó años después casi nadie borró estas marcas como recuerdo de esa traumática experiencia. 
Éste era nuestro baño, con vistas desde el pasillo y una bañera en el medio. 

Cuando visitas Nueva Orleans debes probar los beignets en el Café Du Monde, la comida cajún, picante y de carácter caribeño, visitar las casas sureñas (al estilo de "Lo que el viento se llevó" o "Tomates verdes fritos"), pasear por los bayous del Mississippi, llenos de cocodrilos, mosquitos del tamaño de portaaviones y demás criaturas de los pantanos y bailar en sus calles al ritmo del jazz y de la música de banjo, especialmente durante la gran fiesta del Mardi Grass, un carnaval alocado que se celebra entre febrero y marzo cada año. 

 Este sombrero me salvó de una buena insolación sureña. 
 Al caminar por Bourbon Street las personas de los balcones te lanzas estos colgantes de colores. 
 Me encanta el oficio de este hombre: escribe poemas al peso.
 Calles coloridas y ventanas gigantescas.  
Si te gusta la vida en la calle, Nueva Orleans es tu ciudad.
 Las mansiones del Garden District tenían jardines espectaculares. 
Un mansión sureña en la que puedes ver a Scarlett O´Hara entrando en la casa.
Un recuerdo a los esclavos que protagonizaron uno de los episodios más terribles de la historia de Estados Unidos: esos nombres grabados en la pared de madera son de esclavos fallecidos en esta plantación. 

Nueva Orleans ha sido uno de mis destinos favoritos de todo Estados Unidos: una ciudad alborotada, diferente, con pasión por la música, caótica en algunos momentos y con inolvidables rincones, herencia de un pasado multicultural. 

viernes, 10 de abril de 2020

Alaska, la última frontera

En septiembre de 2016 nos esperaba uno de los territorios más salvajes, vírgenes y remotos en los que he tenido la suerte de estar. Alaska, vendida por Rusia a Estados Unidos en el siglo XIX por unos 7 millones de dólares, es una de las últimas fronteras del mundo occidental. El Polo Norte está tan cerca que muchas zonas de este estado son inaccesibles por coche y solo se puede llegar usando hidroaviones o barcos rompehielos.

Nieve, trineos y ciudades perdidas: Alaska.

Un vuelo nocturno (y eterno) desde Seattle a Anchorage nos transportó a una experiencia increíble y una semana mágica, con paisajes inolvidables, parques naturales únicos y un montón de animales en libertad. En esta ciudad, una de las más grandes y pobladas de Alaska (la capital es Juneau, en el este del estado), alquilamos una auto caravana  (RV según sus siglas en inglés) para recorrer estas interminables carreteras bajo un cielo plomizo y gris. La mejor época para ir a Alaska es el verano, ya que desde septiembre a mayo muchas carreteras y zonas del estado están llenas de nieve y es imposible acceder. Nosotros decidimos ir en la primera semana de septiembre, cuando los mosquitos gigantes ya se estaban retirando y el frío no era todavía demasiado intenso. Decidimos hacer una ruta circular de sur a norte, saliendo de Anchorage, pasando por Talkeetna hasta llegar a Fairbanks y bajar por el lado opuesto hasta llegar a la península de Valdez y volver a Anchorage. Una ruta mayúscula e increíble pasando por parques nacionales como Denali, Wrangell- San Elías o los glaciares de Valdez. Por el camino, lagos cristalinos, montañas infinitas y rutas rodeados de osos, renos y lobos. Sin duda, uno de los viajes de mi vida.

 Si vas a Alaska un RV es en mejor transporte que puedes elegir. 
 Cada dos kilómetros un lago impresionante en el que parábamos a hacer fotos. 
 La casa de un hobbit en medio de la nada. 
 Talkeetna es un pueblo mágico, sepultado en el invierno 9 meses al año. 
 Fo-ta-za
Ya asomaba el otoño en Alaska a principios de septiembre.

El Parque Nacional de Denali es uno de los parques más increíbles del mundo, con el monte Denali como la montaña más alta de América del Norte. En este parque conviven osos grizzlies, caribús, renos o lobos salvajes, todos en estado salvaje. El parque ofrece diferentes tipos de excursiones a los visitantes usando autobuses propios para no contaminar con tu vehículo particular (la contaminación es el gran enemigo en esta tierra). En este recorrido vimos multitud de osos por sus montañas y alces en sus bosques, respirando un aire puro que te helaba los pulmones.

 Una foto preciosa con una planeadora de fondo.
 Perros tirando trineos adaptados a las gélidas temperaturas. 
 Por primera vez conocimos un glaciar y subimos por él.
 Donde haya una huella de dinosaurio, ahí estoy. 
 Mirando al infinito para no olvidar momentos inolvidables. 
Una auténtica campeona que nos ayudó a comprender la magia de este lugar.

Han pasado algunos años desde este viaje, pero recuerdo muchos detalles de uno de los sitios más especiales de la Tierra, poblado por gente dura, hecha al frío y al trabajo duro, en condiciones difíciles y con pocos días de sol al año. Un lugar especial.

Una de mis fotos favoritas de la historia.