miércoles, 20 de mayo de 2020

"Keep Portland weird"

Portland es una ciudad de unos 600.000 habitantes, ubicada en el noroeste de Estados Unidos, en el remoto estado de Oregón. Portland es una ciudad verde, ordenada, dinámica y hipster. Muy hipster (lo que en español podemos traducir como moderna). Esta ciudad, y el propio estado de Oregón, es conocida por sus frondosos bosques, sus cervecerías de producción propia, la serie de televisión Portlandia, la comida orgánica, los mercadillos callejeros con bolsos de 400 dólares, sus grafitis inquietantes, gente con frondosas barbas en bicicletas destartaladas y por la ingesta masiva de café.

Encima del río Columbia se ilumina este ciervo saltarín. 
 Esto es una muestra de los grafitis inquietantes que mencionaba antes. 
Allá donde haya carteles estoy yo. 
 Otro grafiti inquietante con aire a Frida Kahlo. 
 Un ejemplo de bici rara con un mapa de casas encantadas de Irlanda (!).
El mantra de esta ciudad es "Mantén Portland rara". 

Portland es una ciudad diferente en el mapa de Estados Unidos, muy preocupada por la sostenibilidad, el reciclaje, la comida natural y con pocos aditivos (el capítulo de Portlandia donde van a buscar pollos caseros es memorable), las luchas por la justicia social, (la mayoría de manifestaciones antiglobalización o contra el G8 tienen lugar aquí) y la cultura y el arte, con una vida callejera muy interesante y alternativa. La moda en Portland es no ir a la moda, por lo que puedes ver conjuntos inverosímiles basados en camisas vaqueras, faldas con brillantina, pelo de colores y botas de agua verdes. Eso sí, siempre con un termo (o garrafa) de café en la mano.

 Los jardines japoneses en el centro de la ciudad son espectaculares. 
Pocos coches, muchas bicicletas y cielos plomizos son las señas urbanas de Portland. 
La librería Powell, en el centro de la ciudad es el sitio perfecto para perderte unas cuantas horas. 
 Tiendas modernas en almacenes destartalados. 
 "Mantén tu barbilla alta", una oda al positivismo y la alegría. 
 El distrito de artes de Alberta es uno de mis favoritos: food trucks por todos lados y calles preciosas en primavera. 
La Pioneer Square es el centro de la ciudad de Portland. 
 Los donuts más populares de la ciudad: coloridos y con millones de calorías. 
 Los colores te animan por todos lados. 
 Estos son ejemplos de lo coloridos y espectaculares que son estos donuts. 

Alejándonos del centro de la ciudad y de su mundo alternativo y moderno, una de las cosas que más me gustan de Portland (y del estado de Oregón) es el color verde que impregna todo. En Portland (como en su vecina del norte, Seattle) llueve mucho y muchos días al año, por lo que sus bosques son una maravilla para perderse y sentir un contacto pleno con la naturaleza. A unos 20 minutos del centro de la ciudad encontramos un buen ejemplo en una zona llamada The Grotto (o la gruta), un santuario en la naturaleza dedicado a la Virgen María. Si sigues conduciendo hacia el interior de Oregón no dejas de encontrarte con un paisaje verde, un cielo gris y serpeantes y anchos ríos por todos lados. Una delicia para perderse por unos días.

 Entrada a la gruta (el nombre es muy acertado). 
 La Virgen María es la protagonista de este santuario.
 Nieblas bajas y colores de otoño.
 Cada arbolito merecía una foto.
 Pasear por bosques con botas de lluvia y sin encontrarte a nadie es un verdadero regalo. 
 El verde me recuerda las fragas y bosques de Galicia.

Con todo, Portland es una ciudad coqueta, acogedora y divertida, progresista y alternativa y que merece la pena descubrir poco a poco, a sorbos, como un buen vaso de café con leche (de soja) y caramelo.  

Gracias a todos por pasaros y por dejar comentarios (en especial a Amela, que esta semana ha aprendido a poner sus primeros comentarios y a Susi, que siempre me comenta). 

miércoles, 13 de mayo de 2020

"Todo es posible. Esto es Nueva York"

Es curioso que en los años de vida de este blog nunca haya escrito sobre mi ciudad favorita de Estados Unidos (probablemente del mundo): Nueva York, la ciudad que nunca duerme, la gran manzana, la antigua New Amsterdam de los holandeses en el siglo XVII. Muchas guías, libros, canciones, películas, series, musicales y obras de teatro han usado Nueva York como escenario, por lo que al caminar por sus calles o sus parques es inevitable asociarlas a recuerdos y momentos de nuestras vidas (reales o imaginados).

Creo que he estado en Nueva York más de una decena de veces y siempre descubro algo nuevo: una coqueta plaza en Brooklyn, un café en Manhattan, una nueva esquina de Central Park o un graffiti en Harlem o en el Bronx. Seguramente los Nicks habrán perdido de paliza y los Yankees habrán ganado de nuevo a los Mets. Hay cosas que nunca cambian.

La Navidad de 2018 fue la fecha elegida para que mis padres visitaran Estados Unidos por primera vez y Nueva York fue el destino perfecto. Iban a ser unas navidades muy especiales y todo salió según lo planeado: mi hermana (que le ha cogido el gusto a venir a visitarme), Samu, mis padres, Manu, Lola y yo con diez días por delante para explorar la capital del mundo.

Foto de la cuadrilla en la fabulosa estación de Grand Central.
Mi padre encontró un póster gigante de su ídolo al poco de aterrizar.
  La decoración navideña en Nueva York es mágica.
Mi madre con una dama verde.

Nuestra base de operaciones era un apartamento en la parte baja de Manhattan, cercano al puente de Brooklyn y a Wall Street, en un barrio sencillo pero con buenos restaurantes y bastante bien comunicado. Desde ahí nos movimos en todas direcciones y hasta alquilamos un coche en la vecina New Jersey para conocer Filadelfia y los condados de Pennsylvania donde vive la comunidad Amish. La clave para estos diez días fue tener una Metrocard o tarjeta de transporte de metro y autobús urbano para movernos con total libertad por todas las avenidas y calles de la ciudad.

A partir de ahí, aventura tras aventura y recuerdo tras recuerdo: el ferry a la estatua de la Libertad saltándonos todas las colas, fotos olvidables con gorros terribles, una tormenta perfecta la noche de Fin de Año, mi padre mirando a los rascacielos con cara de incredulidad, noches de jazz en el Blue Note, partido de los Nets en el Barclays Center, comida coreana con palillos escurridizos, partidas de ajedrez en Union Square, puddings de banana en Magnolia Bakery, paseos inolvidables por el High Line, Samu y Antía derrotados en la isla de Ellis, watches en Chinatown, el MOMA, compras alocadas en outlets de extrarradio, gorras de baloncesto, zapatillas Air Jordan y risas. Muchas risas.

 Manu y Lola son verdaderos profesionales del pose.
 Yes, we love NY.
 Decoraciones navideñas ocultas en Brooklyn. 
 El teatro de Harlem donde nació la música negra.
 John Lennon siempre vivo en Central Park.
 Aquí jugaba (y apostaba) Bobby Fischer. 
 Grafitis espectaculares que nos trajeron algún dolor de cabeza para fotografiarlos. 
 Times Square preparándose para fin de Año. 
 Foto icónica de nuestros zapatos.
 Me encanta esta foto (aunque algunos lleven gorros)
 Mi padre y una esquimal en Chinatown. 
 En la foto algunos sonríen, pero para comer no sonreían tanto. 
¡El estadio de los Yankees en el Bronx nos gustó demasiado!

En resumen, muchas fotografías para describir las sensaciones que nos dejó una ciudad inolvidable en unas navidades mágicas y diferentes. Todos los que estábamos allí estamos seguros que alguna vez volveremos a Nueva York para crear nuevos recuerdos y descubrir nuevos rincones. "Todo es posible. Esto es Nueva York".

sábado, 2 de mayo de 2020

Go Big Red!

La memoria de otro verano me lleva esta vez a Indiana, un estado poco conocido del Midwest americano, al sur de Illinois y al norte de Kentucky. Su capital es Indianápolis, conocida por albergar la carrera automovilística de las 500 Millas, el equipo de baloncesto de la NBA de los Indiana Pacers, la ciudad de Pawnee (first in friendship, fourth in obesity) de la inolvidable Leslie Knope y la ciudad universitaria de Bloomington, sede de la Universidad de Indiana.

 Este majestuoso edificio es la sede del auditorio de la Universidad de Indiana.
Para entrar en el campus se atraviesan estas coquetas puertas.

A esta ciudad de Bloomington me dirigí a mediados de julio de un verano pasado para realizar uno de sus famosos cursos de verano: dos semanas en un campus increíble, en unos dormitorios universitarios impecables y con un contenido de alta calidad sobre sistemas de codificación aplicados a la enseñanza, es decir, estrategias y recursos para que los niños puedan programar sus propios robots y juegos, usando las matemáticas como base.

 Más de 800 profesores de todo Estados Unidos nos reunimos en esta ciudad de Indiana.
 Este símbolo griego es el logotipo de la Indiana University (de la que cayó una gorra bien roja)
 Todo el campus estaba lleno de relojes, rojos, por supuesto.
 Ordenadores y cafés de Starbucks: el paraíso. 
 "Indiana University is home" ("la Universidad de Indiana es mi casa")
No me cansaba de fotografiar estas puertas de noche o de día. 

Bloomington es una ciudad al suroeste de Indiana, de unos 80.000 habitantes y con una gran vida universitaria, articulada alrededor de un campus magnífico, cuidado, con zonas ajardinadas y campos de fútbol americano. Este curso de verano duró dos semanas donde todo estaba planeado al milímetro: desayunos, comidas y cenas en los comedores de la Universidad, sesiones de inauguración y clausura con charlas muy inspiradoras y motivacionales, actividades y exposiciones para cada tarde de la semana, fiestas con helados y un ambiente muy distendido y relajado. 

 Una de esas camisetas azules soy yo; imposible localizarme.
 Éste es el cartel promocional del curso, organizado por un instituto educativo.  
Sesión de inauguración de estas jornadas de verano.

Una de las características de la formación universitaria en Estados Unidos es que todo el contenido es muy interactivo y fácilmente aplicable a las clases: nada de teorías retorcidas o rebuscadas, pero sí un contenido muy práctico y útil. Las sesiones nos ocupaban toda la mañana, con numerosos juegos y actividades al aire libre. A media mañana, en cualquiera de los comedores universitarios, servían snacks, comida y café. Todas las tardes había diferentes actividades programadas: talleres de robots, exposiciones, paseos por el campus. Una semana muy entretenida y didáctica en un pueblecito encantador del interior de Indiana.

 Todos los rincones de esta universidad tenían su encanto.
 Cada salón tenía su magia y decoraciones muy clásicas.
 Una de las recepciones en uno de los miles de salones.
¿Hay algo mejor que un helado? ¡Un helado social!
 Fuera de la Universidad, una coqueta ciudad, dinámica y alegre, llena de arte callejero.
 Talleres de robótica todas las tardes.
 Mi equipo para esas semanas.
Los colores y la intensidad de estas luces se controlaban mediante un sistema de codificación.

En resumen, una gran experiencia de verano en una ciudad encantadora de un estado desconocido pero que esconde ciertas sorpresas, rodeado de grandes profesionales y compañeros de todas partes del mundo.

El contador de este blog me ha dicho que más de 200 personas han leído estas últimas entradas. ¡Muchas gracias!