domingo, 17 de abril de 2016

Palabra de Oprah

"Mi primer día en Chicago, el 4 de septiembre de 1983, yo puse los pies en esta ciudad, y caminando por la calle, sentí que mis raíces estaban aquí, como la Madre Tierra. Supe que pertenecía aquí". 

A los pies del edificio 360º, antiguo observatorio John Hancock, puede leerse esta frase de la conocida presentadora y estrella de la televisión Oprah Winfrey, que ha elegido Chicago como su ciudad favorita de Estados Unidos. Razón no le falta; Chicago es una mezcla imposible de pizzas deliciosas, Jordan, un frío terrible, un precioso skyline, más Jordan, modernos museos, Hooper, el lago Michigan y Obama. En cinco días de Spring Break, Jose y yo buceamos en ella y sentimos su frío en nuestros huesos del Oeste. Si el año pasado pasamos las vacaciones de primavera en la soleada California, rozando los 30º, este año hemos elegido esta ciudad de Illinois a orillas del lago Michigan, con una temperatura cercana a los 0º y un viento gélido que te quita el aliento y sólo te permite caminar de una pizzería a un museo.

Un viernes de marzo salimos del tranquilo aeropuerto de Salt Lake hacia el bullicioso O´Hare de Chicago y cinco horas después estábamos bajando hacia nuestro céntrico apartamento a orillas del lago Michigan gracias a un efectivo y puntual sistema de transporte público, la mejor forma de moverse por la tercera ciudad más grande de Estados Unidos, con un área metropolitana de casi 10 millones de habitantes.

Como es habitual en nuestros viajes, Jose y yo no paramos ni un solo segundo y visitamos todo lo visitable y buscamos todas las referencias freaks que pudimos.

Una foto preciosa de mi silueta con la ciudad de fondo ¡Artista!

La ciudad de Chicago es la más grande del estado de Illinois y descansa a orillas del lago Michigan, uno de los cinco Grandes Lagos de América. Es una ciudad multicultural, bulliciosa y ruidosa, con estupendos museos y grandes avenidas donde la gente camina a todas horas. Sus dos grandes rascacielos son el 360 y el Skydeck y en ellos vimos el cielo de Chicago, los atardeceres y sus infinitas colas (hábilmente saltadas con entradas compradas por Internet). Ambos edificios merecen mucho la pena y te dan una perspectiva de la ciudad desde las alturas, similar al Top of the Rock o al Empire State de Nueva York.

 Gorra de los Bulls y Chicago a mi espalda.
 Kilómetros y kilómetros de ciudad y agua a partes iguales.
La Segunda Ciudad no defrauda a sus visitantes.
 Las orillas del lago Michigan recuerdan a las playas de Miami (25º  de temperatura las separan).

Una vez bajados de las alturas nos dedicamos a empaparnos del espíritu de Chicago a través de sus calles y sus barrios, comenzando por la zona del lago y su famoso Navy Pier, con noria incluida, donde la ciudad acude a relajarse y a bañarse en verano y a cenar y jugar a los bolos el resto del año. Este puerto está conectado, a través de un paseo por el borde del lago, el Lakefront trail, con el resto de atracciones marítimas, entre ellas el Shedd Aquarium, el Planetarium y el Field Museum, uno de los museos más impresionantes en los que yo he estado, ¡con un submarino alemán de la II Guerra Mundial y todo! Chicago es una ciudad que se puede recorrer con calma en cuatro o cinco días, combinando algún tramo a pie con medios de transporte, especialmente el autobús urbano, muy puntual y frecuente. Eso sí, entre septiembre y mayo es recomendable una buena chaqueta y ropa de abrigo. Es una ciudad moderna, con mucha gente de todo el mundo por sus calles, buena vida nocturna, con restaurantes animados y largas colas para encontrar mesa en las mejores pizzerías.

Mientras los árboles recuperaban sus hojas tras un duro invierno, Jose y yo recorrimos Millenium Park y su habichuela gigante y, a pocos metros, entramos en el Art Institute de Chicago, donde disfrutamos de una exposición sobre los cuadros de habitaciones de van Gogh y obras de Klimt, Picasso, Monet o artistas pop como Warhol o Lichtenstein. Una visita muy recomendable.

 Polémico cuadro sobre la vida en el mundo rural americano (los que habéis visto Mujeres Desesperadas os sonará más, pues sale en su introducción).
 La etapa azul de Picasso en Chicago.
 Uno de mis cuadros favoritos: el enigmático Nighthawks de Edward Hooper o la decadencia y el aburrimiento americano.
 Warhol y Elizabeth Taylor.
 La habichuela o bean gigante de Millenium Park, rodeada por obras de Frank Gehry. 
 La habichuela daba para muchas fotos desde todos los ángulos.
 Parece pequeña, pero era enorme. Hasta podías pasar por en medio.
Panorámica del Parque del Milenio con los rascacielos por detrás. 

Sin parar de caminar visitamos un bonito acuario a los pies del lago, con delfines y osos polares y después el Field Museum, una especie de museo de historia natural, con el esqueleto de Tiranousario Rex más completo del mundo, Sue (aunque no se sabe si corresponde a un macho o a una hembra). Sus huesos fueron descubiertos en 1990 en Dakota del Sur por Susan Hendrickson y está expuesto en el hall del museo, aunque la cabeza del dinosaurio está en el piso de arriba, ya que es demasiado pesada para ser expuesta junto al resto del esqueleto. Para unos apasionados de los dinosaurios como Jose y yo, conocer a Sue era un must (con película IMAX incluida), aunque todo el museo fue realmente interesante, ya que cuenta con exposiciones temporales increíbles: los guerreros de Terracota, las momias de Egipto, las conquistas de Alejandro Magno o la forma de vida en el Ártico.

 Los guerreros de Terracota nos esperaban en este majestuoso edificio.
 Era difícil conseguir la foto completa de Sue debido a su tamaño. Impresionante.
La vida se abrió camino...

Después de una intensa mañana de cultura y huesos nos dirigimos al aquarium de la ciudad, pequeño, pero con mucha información sobra los océanos y mares del mundo y de Estados Unidos, muy didáctico y enfocado al respecto y al cuidado de la vida en el agua. Nuestra última visita fue al Museo de la Ciencia y la Industria, muy interactivo y con muchas plantas con diverso contenido, enfocado a resolver preguntas sobre la ciencia como la formación de los tornados, la fuerza de los terremotos, los viajes al espacio o la historia de la publicidad. Un museo con contenido muy diverso para despertar la curiosidad de pequeños y mayores. La joya del museo es un submarino alemán de la II Guerra Mundial, atrapado por los aliados y clave para descifrar las formas de ataque alemanas y el famoso lenguaje encriptado de la máquina Enigma. Todo rematado con otra película IMAX sobre viajes espaciales a Marte en una pantalla genial con forma de cúpula.

 Desde el Navy Pier hasta el Museo de Ciencia hay una agradable (y gélido) paseo por la orilla del lago.
 Zonas de paseo comunican el lago con el centro de la ciudad. 
 Mi cara de frío y mi chaqueta delatan las bajas temperaturas de Chicago.
La visita al submarino nos llevó parte de nuestra mañana.

Después de tanta cultura y curiosidades, Jose y yo caminamos la ciudad, llegando a sus rincones más olvidados, entre ellos la estación de tren donde se grabó la famosa caída de un carrito de bebé en Los intocables de Elliot Ness, la casa donde vivía el horrible Chucky, la iglesia de La boda de mi mejor amigo, el zoo de Lincoln, un espléndido edificio de la religión Baha´i, el faro de Grosse Point (¡como nos gustan los faros!) y la zona de la Universidad de Chicago, muy cuidada y coqueta. Todo esto sin olvidar la casa donde vivió el presidente Barack Obama mientras fue senador por el estado de Illinois, es decir, desde 2005 hasta 2008. El barrio está totalmente cerrado y vigilado por el Servicio Secreto, pero se puede ver la casa donde vivió por más de 10 años.

 Por estas escaleras se caía un carrito con un bebé dentro mientras Elliot Ness y sus chicos se liaban a tiros.
 La religión Baha´i mezcla todas las religiones del mundo para lograr la paz interior y la convivencia pacífica en el mundo.
 Un joya arquitectónica a una hora al norte de Chicago.
 Aquí hacía de las suyas el muñeco diabólico Chucky. 
 Jose y su fabuloso tratamiento de las fotos, con el faro de fondo.
 En esa casa con chimeneas rojas vivió Obama y su familia antes de mudarse a la Casa Blanca.
 La universidad de Chicago nos recordó a la bostoniana Harvard. 
 ¡No nos perdemos un faro!
La iglesia que sirvió de escenario para que Julia Roberts y Cameron Díaz se pelearan por el amigo.

Nuestra visita a Chicago estaría incompleta sin una visita a la cancha donde Michael Jordan se convirtió en el mejor jugador de baloncesto de la historia, el United Center, así que nuestra última noche en la ciudad la dedicamos a ver a los Chicago Bulls de Pau Gasol, Rose, Butler o Mirotic jugar (y perder) contra los Atlanta Hawks. La verdad es que la temporada de los toros de Chicago es para olvidar, ya que la liga regular ha terminado y no han conseguido estar entre los ocho mejores de la Conferencia Este y clasificarse para los playoffs por el título. Tampoco lo han conseguido los Jazz, así que no habrá más partidos de baloncesto en Salt Lake.

 En unas de las puertas Jordan salta, inmortal, recreando su famoso salto.
 Los anillos ganados por los Bulls en los rojos años noventa.
El rojo domina todo el pabellón.

Para terminar, un conjunto de fotos curiosas de la ciudad y de los rincones en que hemos estado.

 No os perdáis la pizza de Giordano´s y su Chicago style. 
 Dr Pepper y pizza, ¿qué más se puede pedir?
 Estos dos botes estaban en una cafetería de Chicago: uno para echar monedas para la campaña de Donald Trump a las primarias republicanas y otro para comprar un jacuzzi lleno de serpientes. Tiene más dolares el jacuzzi con serpientes que el polémico Donald. 
Esta foto de un cruce de caminos de la ciudad me gusta mucho.

En definitiva, un gran viaje a una de las grandes ciudades que nos quedaban por visitar, muy interesante y completo, con el mejor compañero de viajes ever. Ya de vuelta en Salt Lake para afrontar las seis últimas semanas de este 2015- 2016, con festivales de fin de curso, exámenes estatales y estudiantes (y profesores) con ganas de vacaciones de verano.

Muchas gracias a todos por pasaros y compartir conmigo mis aventuras por el oeste (en esta ocasión, el noreste) americano.

miércoles, 6 de abril de 2016

"Lo único constante en la naturaleza es el cambio"

Esta frase del filósofo griego Heráclito aparece en muchos carteles de los parques naturales de Utah para expresar una realidad: todo (y todos) cambiamos a lo largo del tiempo. En esta naturaleza salvaje, rocosa, casi virgen del Oeste americano los cambios son lentos, casi imperceptibles, pero ocurren. Las piedras, las montañas, los ríos y los árboles son la prueba del cambio.

Antes de poner rumbo al polvoriento sur de Utah, Jose y yo descubrimos pequeños tesoros en la gélida Salt Lake: una visita al Capitolio y a su planta baja nos dio la oportunidad de hacer fotografías políticamente divertidas, especialmente en esta época de primarias en los partidos Republicano y Demócrata; y en la parte oeste de la ciudad, una casa de cuento: la genial factoría Pixar regaló al mundo, en el 2009, la película de animación Up (sus primeros diez minutos son cine con mayúsculas), la historia de amistad de un anciano cascarrabias y un niño despistado, y en el número 13218 de la calle Herriman Rose se encuentra la casa en la que se inspiraron sus guionistas para recrear la casa del anciano.

 Jose, con una gran sonrisa, delante de la casa (sin globos voladores).
Un barrio tranquilo y colorido al suroeste de Salt Lake. 
 Una fotografía sacada de Internet compara las dos casas, ¿parecidas, verdad?.
 Bajo un cielo gris de marzo, Jose toca la H de Utah.
 Una foto divertida, propia de House of Cards o El Ala Oeste de la Casa Blanca.

Para despedir el invierno, Jose y yo visitamos uno de los cinco National Parks que tiene el estado de Utah: Capitol Reef, el parque con las piedras más rojas de todo el estado. A unas cuatro horas al sur de Salt Lake City está el pueblo de Torrey (donde todo cierra a las 20:30), entrada al parque de Capitol Reef, perdido entre serpenteantes carreteras, antiguos pueblos de pioneros mormones y ríos tranquilos. Un gran fin de semana en uno de los parques más tranquilos de Utah, en el que puedes caminar por sus numerosas rutas sin cruzarte con nadie, sintiendo una naturaleza cercana y pacífica. Uno de los trails más bonitos del parque es Capitol Gorge, un camino de unas 7 millas en medio de un desfiladero, entre rocas enormes, antiguas inscripciones de los nativos americanos y un buen Sol encima de nuestras cabezas. De este recorrido sale una subida entre rocas, the Tanks, que nos da una buena perspectiva del parque. Saliendo del parque paramos en el pueblo de Fruita, un enclave de los antiguos pioneros mormones, establecido como punto de cultivo de fruta en temporada de verano. Una antigua casa mormona vende confituras, pasteles, miel y deliciosos dulces de canela, y, a pocos metros, una escuela nos recordó a las escuelas unitarias del interior gallego.

Una foto más en un cartel de entrada a un parque. Y van...
 Jose tiene una cámara nueva, genial, y saca fotos como éstas, de rey de la colina.
 La Highway 12 es una carretera preciosa que conecta Capitol Reef con Bryce Canyon. 
 Petroglifos en las piedras, obra de los nativos americanos.
 Ese punto naranja en el desfiladero de Capitol Gorge soy yo.
 En lo alto de la montaña, entre la reflexión y la falta de aire. 
 Una buena foto en un momento de descanso en un precioso día de primavera.
 Conducir por la 12 es un placer: ríos, rocas, montañas, pueblos olvidados.
 En mi mano un cinnamon roll o rollo de canela a punto de ser devorado.
 La escuela de Fruita, abierta en los años treinta y cerrada en los 50, usada también como salón de baile e iglesia.
 El infinito a mis espaldas. 
 Me encanta esta foto, a punto de saltar hacia la nada.
 Colgando en las rocas rojas de Utah.
Una maravilla de la naturaleza bien valió una buena subida bajo el Sol.

Después de un maravilloso día en Capitol Reef subimos a mi sufrido cañonero y bajamos por la autopista 12 hacia Escalante, la siguiente parada en el camino: la entrada a un Monumento Nacional con el mismo nombre. De camino recorrimos el Dixie National Forest y paramos en todos sus miradores, muy recomendables: Larb Hollow, Steep Creek y Homestead

 La sinuosa carretera de la 12 fue parte del plan de recuperación económica de Roosevelt en el New Deal de los años treinta y tardó casi 20 años en ser terminada. 
 Mi cañonero aguanta el frío de Idaho y el calor de Arizona sin protestar demasiado.
Me encanta conducir por estas carreteras, donde cada poco te sorprendes con nuevos paisajes.

Antes de la hora de cenar llegamos a Escalante, dos horas al sur de Capitol Reef: un tranquilo pueblo de una sola calle, con campings y diner sencillos, pero con buena comida local. Escalante es la entrada al Grand Staircase- Escalante National Monument, una gran superficie con muchas paradas interesantes. La más cercana al pueblo es Petrified Forest National Park. un bosque donde, por obra del paso del tiempo y del cambio, los troncos de los árboles se están convirtiendo en rocas. No soy un experto en geología, así que si queréis la explicación técnica, Internet o un viaje a Utah. 

 Otra foto con cartelito...
 Los lagos de montaña son increíbles espejos del cielo y el agua.
 No nos cansamos de fotografiar lagos (buena compra, Jose).
 Parecen piedras, pero son árboles transformándose en piedras. 
 El tacto de los árboles es como tocar afilados minerales. 
Escalante, un pueblo donde pasan pocas cosas, pero esconde buenas maravillas.

Después de la visita al bosque, a una media hora al norte, se encuentra Devil´s garden, el Jardín del Diablo, al que se llega después de conducir casi 20 millas por una carretera sin asfaltar, imposible y llena de baches. Ahí fuimos y la tortura mereció la pena: hoodies o rocas similares a las de la Capadocia turca por todos lados, rodeados de arena roja, olvidados del mundo y un precioso cielo azul por encima. La verdad es que las fotos explican mejor que yo la majestuosidad de la zona.

 El viento, el agua y la naturaleza han creado este caprichoso jardín del diablo. 
 Me gustan las fotos arriesgadas con los pies colgando.
 En estas carretas llegaron los pioneros mormones a esta zona olvidada y más allá, hasta Hole in the Rock, una parte a la que no fuimos porque eran 40 millas más en la endemoniada carretera sin asfaltar. 
 Jose y los pivotes de roca por todos lados.
 Yo también quise mi foto con la maravillosa Canon nueva.
 A los pies de formaciones rocosas imposibles.
 La erosión ha creado su particular Capilla Sixtina en piedra. 
La cabra sigue tirando al monte.

El día aun no había terminado y nos dirigimos a unas cataratas en el bosque Dixie, las Calf Creek Falls, a las que llegamos después de una caminata bastante durilla, subiendo y bajando rocas durante hora y pico. Cuando estábamos a punto de desfallecer, una chica nos dijo que estábamos a punto de llegar. La alegría fue enorme y acabamos corriendo los últimos metros del trail. Las cataratas eran realmente impresionantes, un oasis en el polvo rojo del desierto donde vivían nativos Fremont y donde grabaron dibujos por sus paredes.

 Ese punto rojo vuelvo a ser yo, rodeado por una impresionante caída de agua.
 Jose y yo con cara de satisfacción después de una buena ruta siguiendo el río Escalante.
Esta foto muestra los impresionantes colores: azul, verde, blanco, morado.

Poco después volvimos a la UT 12 y nos dirigimos a Salt Lake para recuperar fuerzas para nuestro viaje de Spring Break: Chicago, la ciudad del Viento o la Segunda Ciudad, donde íbamos a pasar cinco maravillosos días. La siguiente entrada hablará de ello.

Muchas gracias a todos por pasaros, leer y comentar. El contador del blog me ha notificado que han entrado más de 12.000 personas desde que empecé a escribirlo en junio de 2014. ¡Amazing, dude!