miércoles, 11 de noviembre de 2015

Mahalo Oahu!

Esta segunda y última entrada cierra mi visión del paraíso (en la otra esquina), invitándoos a recorrer, con vuestra gran imaginación, la segunda isla que Jose y yo visitamos durante nuestro viaje al estado número 50 de Estados Unidos, Hawaii. El título de la entrada no es un trabalenguas, sino una de las palabras más conocidas del idioma hawaiano, con muchos significados, todos relacionados con la intención de expresar gratitud y buenos deseos a otra persona. Podríamos identificarlo con nuestra palabra gracias, aunque expresa más sentimientos.

Esquivando cocos con las montañas del interior de la isla a mis espaldas. 

Tras pasar varios días maravillosos en la hippie isla de Kauai, nos fuimos al aeropuerto para volar con Hawaiian Airlines (me encanta el nombre de esta compañía) de una isla a otra. Tras un vuelo de escasos veinte minutos aterrizamos en la isla de Oahu, en Honolulu, también capital del estado y su ciudad más grande, conocida y poblada, con casi un millón de habitantes, zonas de rascacielos y negocios, con la base militar de Pearl Harbor, bailarinas de Hula con colgantes de flores tropicales o lehi al cuello. Una ciudad especial, con aire de los años cincuenta, de azafatas de la Pan Am, playas tropicales, divinas comedias, cócteles de lava y aguas infinitas.

El surf y los colgantes de flores son la seña de identidad de Hawaii. 

Nuestro hotel estaba a dos pasos de la famosa playa de Waikiki, de las más conocidas del mundo, con lujosos hoteles y terrazas con música con sabor tropical, a las que la gente va con las sandalias en la mano y los pies llenos de arena. Se percibe una sensación de verano perpetuo, donde los relojes se paran y sólo hay sonrisas y ganas de relajarse y disfrutar de los regalos de una naturaleza original. En los cuatro días que pasamos paseando por sus playas, nadando en sus aguas y conociendo su esencia, la sensación fue de un estado de felicidad perpetuo.

 No hay atardeceres comparables a los del playas de Hawaii (quizá alguno en las costas de Galicia).
 Los barcos de recreo se acercan a la playa a buscar la cena y vuelven al mar poco después.
 Cualquier cala o rincón de estas islas da para un buen número de fotos de postal.
La bahía de Hanauma, donde el cielo es siempre azul (sweet home,...).

Como en la anterior isla, en Oahu no hemos parado de ver cosas y de realizar actividades curiosas. Si en la isla de Kauai volamos sobre sus cañones y acantilados y buceamos en sus costas, en Oahu hemos conocido la cultura de las islas de la Polinesia e ido en 4x4 por los verdes y lluviosos valles del interior de la isla, escenario de películas como Jurassic Park, Mi gran amigo Joe o series como Lost. Una excursión imperdible para dos fans como nosotros de todo lo relacionado con el cine o la televisión. 

Para adentrarnos en los secretos de la cultura de la Polinesia y de las islas del Pacífico, elegimos un luau (o fiesta de la celebración de la vida en Hawaii, con espectáculos de fuego, comida tradicional y baile) muy representativo: el Polynesian Cultural Center, con exhibiciones de cada isla del Pacífico: Tonga, Nueva Zelanda, Tahití, Samoa, Fiji y las propias islas de Hawaii. Cada área tenía elementos de cada cultura: construcciones típicas, medios de transporte originales, elementos de cestería, orfebrería, telas, animales, todo en un ambiente que recrea a la perfección cada una de estas pequeñas joyas del Gran Azul. Cada ciertas horas, bailarines y representantes autóctonos de cada cultura, te explican sus tradiciones, sus pasos de baile, sus sentimientos para con su país, sus mitos culturales, sus canciones folclóricas, sus símbolos y la morriña con la que hablan de todo lo relacionado con su isla en el mundo. Una experiencia etnográfica recomendable para adentrarnos en la realidad social y humana de una zona del mundo, a menuda olvidada o vista de una cierta superioridad cultural, herencia de los procesos de colonización de las grandes potencias europeas y americanas en los siglos XIX y XX. Pasamos el día en este centro cultural, a una hora en autobús del centro de Honolulu, donde también cenamos y vimos un espectáculo sobre la creación del mundo, con bailes en medio de fuego y agua, dos elementos característicos de la cultura de las islas del Pacífico.

 Entrada bajo la lluvia de Oahu.
 Uno de mis deseos vitales era ver una haka, una danza tribal maorí, típica de Nueva Zelanda, ejecutada antes de algún enfrentamiento y actualizada a una ceremonia de intimidación usada por el equipo de rugby de los All Blacks antes de cualquier partido (campeones del mundo poco después en el mítico estado inglés de Twickenham). 
 El buen rollo y la hospitalidad de Tonga, la única isla nunca colonizada del Pacífico. 
 El color amarillo y las sonrisas de Tahití.
 Fiji o el país de las 332 islas.
Samoa y sus expertos navegantes.

Después de un intenso día, la mañana siguiente (más bien madrugada, porque a las 4 estábamos en pie para lograr entrar y saltarnos sus eternas colas) nos esperaba uno de los enclaves más conocidas en todo el mundo por su negra historia: Pearl Harbor o la base naval americana bombardeada el 7 de diciembre de 1941 por más de 300 aeronaves japonesas y que provocó la entrada de Estados Unidos en la II Guerra Mundial y desató las batallas del Pacífico (Midway, Guadalcanal o Iwo Jima). El ataque sorpresa causó más de 2.400 muertos en las filas estadounidenses por 65 japonesas, así como la destrucción y el daño a 8 acorazados y 188 aviones, recibiendo el nombre de Día de la Infamia. Actualmente es una zona militar en uso y un homenaje a los caídos, con un monumento muy original: el acorazado hundido, USS Arizona sirve como base para un arco blanco, con los nombres de todos los militares fallecidos y muchos veteranos paseando y recordando aquellos días. Tras un paseo en barco de 15 minutos se llega a este centro en la soledad del Océano, precedido por varias salas que recrean la historia de la base y de la II Guerra Mundial, así como un vídeo muy emotivo y poético sobre el día en cuestión.

 El USS Arizona debajo del centro de homenaje, inmortal al paso del tiempo, tal y como fue hundido,
 Entrada a la base militar de Pearl Harbor, ineludible en cualquier visita a Hawaii.
 Un sitio de silencio, reflexión y sentimiento por los caídos. 
Sí, la película de Ben Affleck y Josh Harnett, Pearl Harbor, es una buena película. 

Tras una intensa mañana, la tarde nos tenía reservada una de las últimas emociones fuertes del viaje: una excursión en un jeep 4x4 a los verdes valles del interior de la isla, donde se grabaron muchas películas y series: una aventura bajo la lluvia, el barro, las montañas imposibles y un guía simpático que sólo sabía decir en español "muy bueno" y "ándale, ándale"

 Nuestro conductor: un extra de Perdidos un poco tarado.
 Estatuas moais en medio de la nada.
 Montañas y colinas bajo nieblas perpetuas.
 Parte de los escenarios de la serie Perdidos.
 El reparto de Perdidos grabó todas sus temporadas en esta isla.
 Momento freak: mi dedo señala el símbolo de Dharma.
 Panorámica de un valle inolvidable.
 Jose encerrado en una de las cárceles donde Los Otros retuvieron a Jack, Kate y Sawyer.
 Poster y camiseta a juego.
¡Esta foto es un puntazo! Se nos come el T-Rex.
 Sitio original donde se grabó la última película de Parque Jurásico, Jurassic World.
Cartel original de una de las atracciones de Jurassic World.

Éste fue el punto final a un viaje maravilloso e inolvidable. Sólo nos quedaba recoger el equipaje (básicamente bañadores y sandalias) y volver a la otoñal Salt Lake, donde la escuela me esperaba, con su ajetreo diario y muchas buenas experiencias.

Espero que os hayan gustado estas dos entradas sobre nuestra visión de dos de las islas de Hawaii. Nos quedan pendientes otras tantas, así que, sintiéndolo mucho, tendremos que volver para completar la panorámica completa. 

 La playa de Waikiki tiene el encanto de lo antiguo y la conexión con el entorno.
 El surf es una religión en estas islas y toda la ciudad está llena de estatuas dedicadas a míticos surfistas.
 La sede del Palacio de Justicia de Honolulu, presidida por el rey Kamehameha. 
 Jose con una bailarina de Hula y la Aloha Tower de fondo.
 Coco Loco recién cogido del cocotero.
 Olas enormes y decenas de surfistas en ellas.
En este punto, en este punto exactamente, Burt Lancaster besaba apasionadamente a Deborah Kerr en De aquí a la eternidad. Segundo momento freak.

Muchas gracias a todos por pasaros y por todos vuestros comentarios. La siguiente entrada será menos paradisíaca y más centrada en el colegio, la fiesta de Halloween y la llegada de la cena de Acción de Gracias.

Ps. Acaba de salir la convocatoria de Profesores Visitantes para el curso 2016/2017, así que animaros y aplicad. La experiencia merece la pena.

http://www.mecd.gob.es/servicios-al-ciudadano-mecd/catalogo-servicios/profesores/convocatorias/espanoles/exterior/visitantes-EEUU-canada.html